En España, el reto demográfico se está planteando normalmente como la recuperación y desarrollo de los pueblos pequeños, frente a las ciudades. Como la potenciación de los núcleos y áreas rurales, frente a los núcleos urbanos. En buena medida, este planteamiento refleja la tradicional opción ruralista de la Política Agrícola Europea y de los fondos estructurales (Fondo Social Europeo +, Fondo Europeo de Desarrollo Regional, Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural, principalmente). Todos estas formas subvencionales europeas están dirigidas directa –aunque no únicamente- al sostenimiento de las rentas agrarias y a la innovación productiva y sostenible de la economía agropecuaria y forestal. Estos antecedentes ruralistas se han trasladado en buena medida a las diversas estrategias demográficas coexistentes: europea, española y autonómicas. Se observa con cierta claridad cómo en el centro de las políticas demográficas está la retención de población en los municipios pequeños, en esencia rurales.
Es en este contexto ruralista en el que hay que situar, como contrapunto, una línea de investigación geográfica emergente que pone el acento en las ciudades intermedias, frente a las megalópolis. Esta perspectiva creciente se muestra muy bien en un reciente artículo de Rodríguez-Pose y Griffiths (Rodríguez-Pose A, Griffiths J. Developing intermediate cities. Reg Sci Policy Pract .2021;13:441–456). En este estudio no se cuestionan las políticas demográficas filorurales, más bien se cuestionan los supuestos beneficios económicos de las megalópolis. Y se reivindica, frente a ellas, a las ciudades intermedias. El estudio de Rodríguez-Pose y Griffiths conecta con investigaciones previas (como las de Kujath, H.J, “Die ländlichen Regionen in der Wissensgesellschaft un im globalen Weltmarkt“, en Bundesinstitut für Bau-, Stadt und Raumforschung, Landflucht? Gesellschaft in Bewegung, Heft 2 (2026), pp. 181-200) que habían destacado ya el valor de las ciudades intermedias alemanas como ejes una economía basada en el conocimiento y la innovación.
En este punto inicial de la discusión se plantea, antes de nada, el concepto mismo de ciudad intermedia. En el estudio de Rodríguez-Pose y Griffiths se habla de ciudades de entre 500.000 y 3 millones de habitantes. Por eso se mencionan como ejemplos de ciudades intermedias españolas a Málaga o a Bilbao. Desde luego que este segmento de ciudades se distingue claramente de las megalópolis como Londres, Nueva York, Yakarta o Lagos. Sin embargo, en el mismo estudio de Rodríguez-Pose y Griffiths aparecen también mencionadas, junto a las ciudades intermedias, otras ciudades a las que expresamente califican como “pequeñas”, pero que comparten buena parte de las características de las ciudades intermedias del mundo. Muchas de esas ciudades “pequeñas” que citan están precisamente en Europa.
En clave española, para articular las políticas de reto demográfico es conveniente ensanchar el concepto de ciudad intermedia. Teniendo en cuenta la escala urbana nacional, el concepto de ciudad intermedia podría tener varios niveles o grados. En el más alto pueden estar Málaga o Bilbao. Pero desde el punto de vista del reto demográfico es conveniente calificar también como ciudades intermedias otras ciudades que, superando el umbral de ruralidad de las 30.000 personas (tal es el límite máximo de un área rural en la Ley 45/2007, de Desarrollo Rural Sostenible) no son las grandes ciudades, de más de 500.000 habitantes, a las que se refieren Rodríguez-Pose y Griffiths. Ciudades de este nivel intermedio serían las capitales de provincia y varias otras ciudades más pequeñas pero con economía urbana. Estas ciudades “intermedias” pueden desplegar la función demográfica y económica que el estudio de Rodríguez-Pose y Griffiths identifican en las ciudades intermedias.