El impacto de la Covid-19 en las finanzas del Ayuntamiento de Barcelona está siendo especialmente doloroso porque cuando se aprobó el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, que declaró el estado de alarma, estábamos viviendo un momento dulce en relación con los ingresos y gastos. Durante el último mandato municipal (2015-2019) no se habían realizado más que modificaciones puntuales de las ordenanzas fiscales y ningún presupuesto se consiguió aprobar por la vía ordinaria. Antes del estado de alarma, todo apuntaba a que se podría abordar el mandato 2019-2023 con cierta tranquilidad. En efecto, el 20 de diciembre de 2019 se habían aprobado, por una amplia mayoría, unas ordenanzas fiscales que proveerían una recaudación adicional de 66 M€, a través de una actualización y/o incremento de diversos tributos municipales. El 24 de enero de 2020 se había aprobado el presupuesto municipal para 2020 con 33 votos a favor de los 41 miembros del Pleno municipal. Se trataba de un presupuesto expansivo, que alcanzó la cifra histórica de 3.033 M€, un 14,6% más que el presupuesto anterior, y que debía permitir realizar las inversiones y las políticas previstas para el desarrollo inclusivo, así como la lucha contra las desigualdades y el cambio climático. De repente, la Covid-19 convirtió en casi un espejismo el oasis donde creíamos estar.